Ángeles…

Cuando una persona a la que le apasiona escribir, que se enfrenta cada día a miles de historias que contar y que se mueve a través de emociones (que deja plasmadas sin pudor), pasa frente a una pantalla en blanco el tiempo suficiente como para volver abandonar las ganas de comenzar una nueva historia y dejar por escrito aquello que le remueve… es que se ha convertido, casi sin darse cuenta, en un ángel de alas rotas.

 

Vamos cambiando, nos transformamos con los días y con las nuevas experiencias, con la gente que descubrimos o con aquella que nos encuentra… y en ese cambio podemos escondernos, perdernos o sobrevivir. El resultado depende de una de las muchas decisiones que tomamos en nuestra vida.  No es fácil, no, nadie dijo que lo fuera, pero aquí andamos, levantándonos cada día para enfrentarnos a ser protagonistas o espectadores. Elijamos lo primero.

 

¿Cuándo deja un niño de aprender? ¿Cuándo un adulto deja de ser feliz?… ambos por un solo motivo: cuando no puede ser creativo. Una vez más queremos un mundo llenos de ángeles de alas rotas, al menos una… que avancen, pero que no nos sobrevuelen.

 

Hay personas que han cargado la maleta de tanta historia que merecerían un vagón especial en este tren, justo este, el que pasa solo una vez, el que quedarte en la estación moviendo el pañuelo supondría perder la oportunidad de ser feliz. Y en cambio siguen ahí, arrastrando (en silencio) todo aquello que han ido acumulando durante años y con la seguridad de que lo siguiente que metan, entre aquella multitud de recuerdos, será mucho mejor. Sonríen, porque saben que es algo que no cuesta mucho esfuerzo; está, de esa manera incondicional que solo unos elegidos han sido capaces de materializar y piensan en un futuro, porque lo de ayer ya está pasado…

 

¿Os imagináis este mundo lleno de ángeles de alas rotas arrastrando una maleta, mientras vagones vacíos siguen avanzando ante ellos?… Entonces es el momento de ver mucho más allá de aquello que un día nos contaron.

 

Crear es decidir y no tener miedo a las represarías, porque sabes que está permitido equivocarse. Crear es amar cómo y cuándo quieras, a quién quieras. Crear es escribir y leer sin cuidar la interpretación. Crear es soñar, es poder levantar la voz, es hacerte grande cuando el mundo empieza a menguar… Crear es ponerse ante esa bifurcación de caminos y no tener miedo a cuál elegir porque harás de él el viaje de tu vida.

Crear es estar en movimiento.

 

Educamos a ángeles, pero les pedimos que se dejen las alas en el perchero de la entrada, que las guarden en su mochila, bajo la almohada o en sus sueños… y hacemos de ellos pequeños, muy pequeños, querubines a jornada completa. Y no es culpa del sistema, es culpa del orden de prioridades por el que nos movemos las personas, esos adultos que hacemos de nuestros hijos réplicas de lo que hemos sido o vivido. Y todo aquello que se sale de la norma, nos acojona, hasta el punto de que lo etiquetamos, lo adaptamos o directamente lo aislamos. Llévalo a cualquier nivel, en cualquier espacio a cualquier generación.  Nos da miedo lo diferente.

 

Un mundo de ángeles encorsetados cuyas historias no nos importan. De pronto hacemos de este mundo una lucha por objetivos, un decreto con sus normas, un molde de fabricación… no educamos para la vida, educamos para la sociedad… esa que no somos capaces de cambiar de traje, por mucha innovación que haya llegado a nuestras vidas.

 

 

Y dicen que el mundo está hecho para los valientes, esos capaces de coserse una y otra vez sus alas para sobrevolar por encima de los problemas, de las experiencias, para cambiar de una camino a otro en función del escenario que le toque disfrutar. El mundo debería de ser de aquellos capaces de desplegarlas ante el resto sin miedo… e incluso aletear levantando el polvo de toda esa inseguridad que despiertan las personas con bemoles.

 

Leía hoy “hay un lugar perfecto para la vida, esa fracción de segundo que te anticipa a la interpretación, el lugar donde las cosas son como son”

 

Descifra el mapa, elige el camino e intenta caer de pie.

 

18 de mayo… cinco meses después…

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