La generación de la agenda: ESTRÉS INFANTIL


Nuestra generación ha vivido en una época dura de competencia profesional en la que conseguir un puesto de trabajo acorde a tu formación era un sorteo con destino al Caribe. Esto nos ha traído grandes consecuencias, no sólo el ritmo de vida que hemos elegido (obviando por completo los consejos de nuestros padres y dejándonos sumir en un mundo de codazos y de tiempo consumido frente a un ordenador mejorando y creciendo intentando ser insuperables) sino también una percepción del mundo que nos ha obligado pedir en la lista de regalos para el bebé una agenda para sus 18 primeros años de vida con posibilidad de ampliar si vemos que el niño se pone rebelde. Y hemos pasado de la generación del “niño sube a por el bocadillo” a “la generación de la agenda”, de una en la que podamos escribir en los márgenes, de esa en la que no sabes por dónde empezar… la generación del estrés.
Las actividades extraescolares se han convertido en un requisito indispensable para conseguir el perfil profesional para el futuro, ampliar la formación de nuestros hijos a través de un amplio abanico de actividades es algo que tenemos en cuenta a la hora de hacer números alrededor de su educación. Tenemos tan claro que le mejor herencia que le vamos a dejar es formación para poder competir en este mundo en continua crisis laboral que hemos adelantado la edad en la que comenzamos a exigir su implicación en este sentido. Ya no basta que le motive el hecho de realizar esa actividad, es una obligación y por tanto una continuidad de su formación reglada. 
Que les ofrezcamos esta oportunidad y participen en diversas actividades extraescolares les ayuda a la socialización, aumenta su autoestima, desarrolla habilidades, provoca que tengan mejores resultados educativos…  en definitiva, debería de ser positivo… entonces ¿cuál es el debate?… el exceso, el empacho, el que en la jornada de nuestros hijos no haya un pequeño espacio (gran espacio) para el juego.
En la actualidad son los propios alumnos los que desean participar en distintas actividades pues son conscientes de que deben ser los mejores en todo. Este es el mensaje equivocado: debemos ser los mejores en todo. Comencemos cambiando la afirmación para seguir avanzando: tenemos que ser los mejores en lo que hagamos, en aquello para lo que seamos aptos, para lo que estemos capacitados. Con este argumento es probable que reduzcamos el nivel de presión nuestra y de nuestros hijos y comencemos a disfrutar del ARTE DE APRENDER.
Debemos prepararles para el FUTURO…viviendo el PRESENTE.
Reseteemos, relajemos nuestro miedo y esa sensación de que no queremos que pierdan el tiempo… si algo está claro es que no se trata de cantidad de aprendizaje, se trata de calidad en el aprendizaje…
No tengamos prisa en cargar sus cabezas de conocimientos para abrirles las puertas a un futuro mejor, el aprendizaje requiere su tiempo, sus ritmos, hablamos de un proceso lento y debemos respetar el proceso natural. No podemos restarle al juego y pensar que conseguiremos más y mejor.
JUEGO, JUEGO Y MÁS JUEGO… un niño que no juega no aprende, no socializa, no disfruta del arte de las emociones. Estamos viviendo una época de socialización reglada a través de los grupos que se forman en las distintas actividades a la que nuestros hijos acuden cada tarde al salir del colegio, pero es una socialización dirigida, con normas, con un director de orquesta. ¿Qué tiempo tienen para la socialización del juego, esa en la que deben aprender a resolver sus conflictos, ceder, auto controlar sus impulsos? 
¿Cómo puedo saber cuándo mi hijo lo sufre? Debemos atender a sus tres ambientes principales: familia, colegio y relaciones sociales.
Los expertos clasifican entre los factores más comunes:
Familia:

  •  Separación de los padres.
  • Violencia.
  •  Pérdida de un ser querido.
  • Atender las expectativas demasiado altas de la familia.
  • No dejar espacio para el juego.
  • Sobre estimulación.

Colegio:

  • Bajo redimiento.
  • Críticas de compañeros e incluso bullying.
  • Las tareas escolares. 
  • Cambiar de colegio.
  • Relación con los profesores.

Entorno social:

  •  Hablar en público.
  • Falta de amigos.
  • Cambio de barrio o ciudad.
¿CÓMO RECONOZCO EL ESTRÉS EN MI HIJO?
Las manifestaciones más comunes:
  • Baja su rendimiento escolar.
  • Cambio en su personalidad.
  • Pérdida o aumento del apetito.
  • Pérdida o aumento del sueño.
  • Ansiedad: dolores de cabeza, dolor de estómago, mareos.
  • Enfados, rabietas.
¿CÓMO PREVENIR EL ESTRÉS? 
En nuestra mano está intervenir en el ambiente que rodea a nuestro hijo para mitigar los factores generadores de este mal cada vez más común:
  • Respetar sus tiempos.
  • No exigirle metas difíciles de conseguir.
  • Crearle un ambiente de juego.
  • Cuidar el ambiente familiar.
  • Evitar la sobrecarga de actividades.
  • Valorar positivamente su trabajo.
  • Ayudarle en sus tareas y facilitarle el camino para conseguir éxito en las mismas.
  • Comunicación.
Las claves están en ser conscientes de que los niños, aun con crisis, paro y exigencias laborales… siguen siendo niños. Debemos ayudarles en su formación pero sin olvidar que el mejor aprendizaje lo obtendrá JUGANDO. 
“Jugar para un niño es la posibilidad
de recortar un trocito de mundo…
y manipularlo” 
FRANCESCO TONUCCI

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