Ya que me preguntas…

“Hace poco me preguntaron qué era para mí la felicidad, esa sensación que a veces sentimos y que es tan efímero que dudamos de si realmente forma parte de un estado de ánimo o es una filosofía de vida que requiere de una práctica desconocida para muchos.

 

Tardé en contestar… no sé… no ahogarme por las mañanas al despertar, el aire fresco, el sonreír y que me sonrían, un olor, el brillo de una mirada, decidir sin miedo a estar equivocada, esos abrazos que rompen, un café descafeinado, el silencio compartido… no sé…

 

Terminé un curso y me sorprendí teniendo ganas de planear que sería del siguiente… y cerré las puertas cargadas de tantas experiencias que ya no me cabían en la mochila, quizás porque había llegado el momento de organizar la maleta y empezar a dejar sitio con ese aire fresco que trae el mes de octubre.

Me han dicho que solo tenemos una vida… ¡una!… ¿te imaginas?… no habrá otra oportunidad de viajar, de oler el mar, de acariciar, de decir te quiero, de enfadarte, de sonreír, de llorar, de construir, de amar, de soñar, de gritar… esto es un aquí y ahora…

 

No sé qué es la felicidad y por el contrario he sido capaz de convivir en muchos momentos con ella… ¡ya ves! Esas cosas que tiene algunos conceptos abstractos y muy (quizás demasiado)… excesivamente subjetivos…”

 

(20 de septiembre 2016)

 

 

Encuentro este post a medio escribir… se quedó pendiente a finales de septiembre, un mes que decidí dedicar a emprender un nuevo curso cargado de ganas de avanzar, dejando espacio a la decisión de aprender a vivir con otros colores como fondo de armario.

 

A veces nos planteamos cómo serán los días que están por llegar, cómo será la próxima semana, qué hacer esta tarde de otoño, en las vacaciones que comenzamos a programar… y aquí ando, con Lucas tocando la pantalla mientras me enfrento, muchos meses después, a teclear sin más, como suelo hacer cuando escribo con la seguridad de que quien lo hace no es la misma persona de aquél domingo cualquiera o la vida en zapatillas.

 

He aprendido más en el último mes que en toda mi vida y aun así me enfrento torpemente a esas experiencias duras que a veces no sabemos gestionar. Es ese miedo a los cambios que nos hacen quedarnos en el mismo sitio, esperando soluciones que no llegarán si no eres capaz de analizar qué y cuándo ha ocurrido.

 

Cada día me he levantado con algún mensaje de alguien preguntando ¿qué ha pasado? ¿Y esas canciones? ¿Y esas palabras que a veces dejabas escapar?… amigos, familiares y algún desconocido esperando que, como solía hacer, contara mis cosas, nada importante, eso que a veces ronda por la cabeza, cosas que me hubiera gustado aprender y algunas que quisiera poder enseñar…

 

Son esas peguntas sin respuesta… o de aquellas que mejor dejas sin responder.

 

¿Qué es para ti la felicidad?… pues no sé… es un sustantivo abstracto… de esos que enseñamos a definir, pero no a reconocer… cambiemos entonces las reglas del juego.

Anda golpeando los muebles con un palo, al ritmo de alguna melodía que ronda por su cabeza… será un buen músico, me suelen decir cuando le ven, a punto de cumplir los tres años, creando, moviendo el pie mientras suena una canción de fondo o cogiendo su guitarra y balanceando la cabeza al son de la canción que escuchó hace unos días y que aún recuerda… lo será… imagino… si no le cortamos esas alas que le harán volar; si no le despertamos los miedos a los que llaman «mecanismos de defensa»; si no le hacemos callar de manera reiterada porque el ruido nos molesta; lo será si le enseñamos a no juzgar y le invitamos a que se preocupe de crecer sin  hacer menguar, esa empatía que quiero que tenga tatuada y que forme parte de su filosofía de vida.

 Sí, estoy convencida de que será un buen músico…

 

 

Ah, Principito! Así, poco a poco, comprendí tu pequeña vida melancólica. Durante mucho tiempo tu única distracción fue la suavidad de las puestas de sol. Me enteré de este nuevo detalle, en la mañana del cuarto día, cuando me dijiste:
- Me encantan las puestas de sol. Vamos a ver una puesta de sol…
- Pero tenemos que esperar…
- ¿Esperar qué?
- Esperar a que el sol se ponga.
Al principio pareciste muy sorprendido; luego; te reíste de ti mismo. Y me dijiste:
- ¡Me creo siempre en mi casa!
En efecto, cuando es mediodía en los Estados Unidos, el sol –todo el mundo lo sabe- se pone en Francia. Bastaría ir a Francia en un minuto para asistir a la puesta de sol. Desgraciadamente, Francia está demasiado lejos. .Pero sobre tu pequeño planeta te bastaba mover tu silla algunos pasos. Y contemplabas el crepúsculo cuantas veces querías.
- Un día vi ponerse el sol cuarenta y tres veces.
Y poco después agregaste:
- ¿Sabes?… Cuando uno está verdaderamente triste son agradables las puestas de sol…
- ¿Estabas, pues, verdaderamente triste el día de las cuarenta y tres veces?
El principito no respondió

 

Sustantivo abstracto femenino singular… el resto depende de ti.

 

PD: Para escribir, he movido mi silla cuarenta y tres veces y buscado las mejores puesta de sol.

 

 

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