De noche, cuando la luna alumbra el camino, el ladrón de palabras sale con todo su equipo y se dirige a la ciudad. Allí rastreando las voces y las luces, sin que nadie lo vea, trepa por los tejados. Comienza la cosecha….
Dejar de escribir no es una opción. Un día te levantas y no encuentras las palabras ni la motivación para buscarlas. Nos movemos por impulsos y estos por las experiencias, y las experiencias se crean por todos esas micro vidas que nos vamos conformando (o inventando…). Todo es una cadena de circunstancias que nos llevan a dejar de teclear los pensamientos, quizás por ocultarlos… o tal vez porque son una maraña de emociones contenidas que, si abriéramos el corazón, sería una explosión de locura…
Hace tiempo leí (junto con mi equipo de psicólogos, payasos, maestros, inspiradores, amigos y confidentes: mis alumnos…) el cuento “el ladrón de palabras”… la idea era robar palabras que íbamos escuchando y clasificarlas, para después atraparlas en un bote con sus pegatinas identificativas: palabras rojas, color rosa palo, amarillas, anaranjadas, palabras enfadadas, palabras sonrojadas… cada día cogíamos unas cuantas, de todas aquellas que la gente suelta sin darle importancia, y la seleccionábamos… ¿para qué sirven?… me preguntaron un día…. Para explicar nuestras emociones, para contar historias, para cambiar el mundo…
No es la primera vez que dejo literalmente de sentarme delante del ordenador para escribir, épocas en la que ni tan siquiera tengo la intención de comenzar unas líneas que dejar en borradores… hay momentos en los que desparezco y entonces es difícil encontrarme en forma de palabras…
Realmente todo tiene espacio en este mundo, sólo depende de cómo lo combines, nada es feo o bonito… lo personaliza el contexto, el cómo verlo es la decisión final de cada uno…
Una simple conversación, surgida de un par de zapatos, puede despertar la inquietud de saber, aprender o conocer… y especialmente puede despertar las ganas de retomar viejas costumbres y robarle a otros sus palabras para ayudar a contar al resto que está pasando por tu vida…
Finaliza un curso intenso, de esos que seguro recuerdas años más tarde por todo lo que te ha traído, por todo eso que has aprendido y, con seguridad, por todo lo que has perdido. No tengo reparos en decir que he sobrevivido gracias a esas charlas que, en muchas ocasiones, mantengo con los que son, sin duda, mis grandes compañeros de viaje… Tengo suerte, porque cada mañana me esperan muchas sonrisas para lanzarme a un nuevo reto. (A veces me pregunto cómo sobrevive un banquero a los días grises… y no puedo encontrarle explicación).
- Pregúntate qué es lo realmente importante,
– ¿Es una trampa?…
-…depende de tu respuesta, quizás para ti misma sí.
Les enseñamos a ser constantes y esforzarse por conseguir aquello que desean, me gusta creer que les damos la clave a fuerza de todos esos errores que nosotros hemos cometido… cambia de ruta, cambia el método, cambia de estrategia… pero nunca el objetivo… y en esto nos equivocamos… les engañamos… debemos ayudarles a que comprendan que aun así es posible que no lo consigan, enseñarles a retirarse les servirá tanto o más que la lucha de valientes en la que se embarcarán en muchas ocasiones.
Y no pasará nada… cambiaran la historia, con nuevos personajes y escenarios… capacidad de adaptación… y a partir de ahí el mundo es suyo.
No todos los ojos están preparados para mirar igual.
Algunos son inmaduros, otros empiezan a aprender, otros esconden ceguera consentida, otros ven ceros, otros son inocentes o culpables, los hay sordos, mudos y ciegos… pero que terminan dándose cuenta de la importancia de sentir…
… No podemos pretender enamorar al mundo…
“- Pregúntate qué es lo realmente importante,
- ¿Es una trampa?…
- …depende de tu respuesta, quizás para ti misma sí”
(SONREIR)
q preciosidad!!!,evidentemente y afortunadamente, no todos los ojos, están preparados para mirar igual….